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Opinión

La locura del riojano Quintela, con Alberto cerca (por Julio Turcumán)

. | 22/08/2021
Julio Turcumán

El presidente Alberto Fernández enfrenta, quizás, el mayor desafío de su mandato, después de la gestión de la pandemia. El popular cumpleaños de Fabiola Yáñez en la Quinta Presidencial de Olivos, mientras el resto del país sufría el encierro sanitario que él mismo había ordenado, amenaza con detonar por los aires no solamente el resultado electoral de las Legislativas de dentro de 21 días, también lo que le queda al frente del Ejecutivo y sus aspiraciones políticas personales, si es que alguna vez la palabra reelección se le pasó por la cabeza. En medio de ese riesgoso escenario hubo señales positivas que dan cuenta de alguna intención de querer remontar el barco en el peor momento de la tormenta: el viernes reunió a todos sus ministros para intentar, sospecho, formatear nuevamente su imagen y acercarla lo más posible al conductor de equipo que debería ser. Pocos lo reconocen de esa forma y, aunque sabía que ése era el juego, no logra evitar que la sombra de Cristina Fernández se siga espesando sobre él gracias a la habilidad política de ella, al margen de los errores propios que ayudan a consolidar esa opacada foto suya ante la sociedad. El arranque mismo de esta novela ya presagiaba el nudo y probablemente el final: Alberto iba a tener que luchar durante los cuatro años siguientes con la palabra mandado. Lo bueno es que, de a ratos, parece tener al menos alguna intención de querer encarar una pelea.

En medio de todo ese parloteo de alto costo político, Fernández visitará San Juan, una provincia chica pero ordenada en su economía, con pocos conflictos sociales, que tiene a un Gobernador que logró controlar en breve tiempo una feroz interna, que está cerca de obtener una victoria en las elecciones que vienen y que pinta, por qué no, para proyecto político de mayor envergadura. Fernández debe reconocer en el pocitano a alguien con algunas (o varias) de las características anteriores, si no es improbable que eligiera San Juan como primera salida al interior luego del «Olivosgate». Pero ojo, San Juan está ordenada, aunque no todo es color de rosas, como se sabe. Uñac enfrenta por estos días, por ejemplo, una increíble amenaza del gobernador de La Rioja, Ricardo Clemente Quintela, quien de manera insólita y poco conocida en el mundo de la minería pretende obtener beneficios económicos del proyecto minero Josemaría, que no está en su provincia. El problema es que ensucia el proceso de aprobación que ya lleva varias semanas y hasta puede ahuyentar las inversiones prometidas, si es que quienes ponen los 3.080 millones de dólares necesarios para poner primera, olfatean que no hay licencia social o que está en riesgo. Si el amigo Clemente se animara a ir a la Justicia, por ejemplo, enterraría kilómetros hacia abajo las esperanzas sanjuaninas de poner en pie Josemaría.

Las fuertes declaraciones del gobernador riojano para reclamar regalías por el futuro proyecto Josemaría, hoy en etapa de evaluación ambiental, pusieron al descubierto una situación que se veía venir en el Ministerio de Minería y en la propia empresa Lundin, operadores del proyecto, pese a lo cual estos últimos dejaron que la bomba con el planteo le estallara al equipo de Gobierno local y de paso le metiera presión a la comisión evaluadora del informe de impacto ambiental.

El riojano, que ya metió una nota en Minería, reclama derechos y consideraciones especiales para que Villa Unión sea priorizada en la contratación de mano de obra y como proveedora de bienes y servicios en atención a que -como lo reconoció la empresa- circula desde hace 20 años por esa localidad de La Rioja sin siquiera comprar un sánguche. Quintela, haciendo gala de cierta chatura intelectual y desconocimiento de la legalidad -por no agregar hasta de su geografía provincial- se despachó con el pedido de regalías mineras, un concepto que por conveniencias políticas se encargó de enterrar en todo su territorio para alcanzar un par de votos más a costa del crecimiento y desarrollo de su gente. A no confundirse que ese es el precio de su oportunismo y posición zigzagueante a favor o en contra de la minería cuando no se tienen principios o ideas claras.

Por incompetencias de las empresas entre lo que dicen y lo que hacen, estas situaciones facilitan que algunos gobiernos alcancen esa zona de confort donde puede convivir la antiminería con los votos, pero nunca con el desarrollo. Esto ya lo experimentó Mendoza y hasta Jáchal, donde adoptaron el mismo criterio que los riojanos: sus dirigentes quieren regalías, privilegios para la contratación de gente, de sus proveedores, pero a la minería sólo la usan para los discursos, sin mucha valentía y con exagerada voz baja.

Volviendo al bueno de Clemente, tiene entre manos una carta que quiere hacer jugar y que sabe le puede garantizar que Villa Unión sea considerada como zona de influencia directa. Le guste o no a Josemaría. En esto tiene que ver un pequeño río que pasa por Josemaría, ingresa un par de kilómetros en La Rioja y vuelve a entrar al suelo sanjuanino. Esa situación meritúa un impacto que hoy está analizando la comisión evaluadora del informe de impacto ambiental lo mismo que su mitigación para compensar el abastecimiento de agua que plantea Josemaría.

Uñac no puede permitir que la extraña tozudez de un Gobernador populista y sin visión a largo plazo espante una oportunidad de desarrollo como, quizás, nunca más vuelva a tener San Juan.

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