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Opinión

Orrego y la virtud de manejar el sismógrafo (por Julio Turcumán)

. | 17/12/2023

Arranque frenético. Si alguien pudiera ponerle nombre a las primeras horas de la gobernación de Marcelo Orrego, probablemente sería alguno que indique que hubo mucho y fuerte en muy poco tiempo. Se sabía que los nuevos tiempos exigen este tipo de trato hacia la gestión pública, pero había que esperar la asunción para poder despuntar cuál sería al fin el trazo de este nuevo orden político sanjuanino. Apenas con las primeras tímidas luces, se puede decir que Orrego está intentando que la oposición no le pase por encima, algo que le será difícil por cómo quedó el mapa político luego de las múltiples elecciones de este año. Tiene la Cámara en contra, muy pocos legisladores nacionales a favor, sólo un puñado de intendentes del mismo color político, una Justicia muy acomodada a los tiempos que pasaron y un presidente como Javier Milei, quien, además de ser la rareza que es, pertenece a otro palo. Todo ello sin mencionar que el justicialismo quedó con hambre y sed históricas y que tiene un par de referentes con la mira ya puesta en 2027. En este escenario, Orrego sacudió a propios y ajenos poniendo en duda la continuidad de alrededor de 2.000 y pico de personas de las estructuras del Ejecutivo. Esa jugada, que quedó al borde de la judicialización, obligó al peronismo y aliados a sentarse en la mesa de las negociaciones, que es donde están todos ahora. Se puede decir que este primer sacudón dio algún resultado. La virtud de Orrego estará dada en lograr medir la intensidad de los próximos temblores, porque se nota que le gustó la idea y puede caer en excesos, lo que generaría caos. En cambio, un manejo mesurado, probablemente terminaría en una convivencia política razonable. Todo dependerá de la habilidad del santaluceño y la paciencia de su rival, el exgobernador y senador Sergio Uñac, quien se afirma en el liderazgo de la oposición; aunque parece que se corre de las formalidades del Partido Justicialista. También ahí se viven tiempos nuevos.

Antes que despuntar los temas locales, no estaría mal un repaso por esta nueva «era Milei», revisión que servirá de contexto para luego mirar lo local. El Presidente y su equipo justifican cada ajuste económico fundamentalmente con dos frases: la primera es que lo avisaron en la campaña, y la segunda, que es «necesario» para que «todos» estén mejor. Lo de la promesa es verdad y hay que reconocerlo: así como Donald Trump llegó al poder diciendo barbaridades que, por desgracia, luego concretó, esta mala copia argentina del multimillonario norteamericano parece tener intención de cumplir algunas locuras de su plataforma proselitista. Por suerte y por ahora, son sólo algunas, porque ya dio marcha atrás con la eliminación del Ministerio de Salud o la dolarización; por citar un par de ejemplos.

El protagonismo que tomó la discusión sobre la economía nacional, justamente, por lo mal que lo viene pasando el país desde hace décadas, es peligroso. Eso lo supo ver Milei y apuntó todos sus cañones hacia ese objetivo. La gente votó pensando en eso solamente. Y ese, creo, es el error de base en un país cuya pobreza crece a pasos y consecuencias no medidas todavía. Si el peronismo y el macrismo hicieron todo lo que pudieron para dominar gente empobrecida e ignorante, Milei potenciará esas «cualidades». Con este plan habrá más gente que se muera de hambre, más políticos ricos y más empresarios con mucho más dinero que antes. La excusa de los actuales funcionarios nacionales es que luego viene la panacea, el «bienestar común», el que llaman así para evitar aquello de «justicia social». Pero claro, nadie explica el tendal que quedará en el medio. Cuál es el precio de llegar a ese punto y a quién afectará más. Es la misma discusión del famoso déficit cero. Para qué quiero que me cierren las cuentas a fin de año si el costo de llegar a ese punto es altísimo en términos de impacto social. Se puede hacer, hay que hacerlo, es saludable lograrlo, lo que no es saludable ni positivo es matar personas en esa carrera. La quita de subsidios, la paridad cambiaria, la vuelta de Ganancias, el freno a la obra pública, el recorte de transferencias a las provincias son acciones que recaerán sobre los que menos tienen, sí o sí. Quitar movilidades a los funcionarios, hacerlos pagar sus teléfonos, no pagar el seguro de los cuadros de la Casa Rosada son medidas populistas que no conducen a nada. Hay que hacerlas, por supuesto, pero nadie debería creer que apuntan a algo de fondo. Y esto no es una reivindicación a las gestiones anteriores, que se afanaron lo que pudieron, empobrecieron el país, y lo sometieron a una bajeza intelectual sin precedentes en la historia reciente al menos. El peronismo y el macrismo también mataron gente, eso no se discute. La crítica es al shock, al engaño que implica la «inflación buena», o lo «necesario» del ajuste para que «todos» estén mejor. No es así, no hace falta matar a unos para que el resto sobreviva. Eso no es una sociedad, eso es una empresa.

Ese nuevo escenario afectará todo. Lo mencionó Orrego incluso esta semana. En broma, dijo «no soy mago», y es verdad. Nadie lo es. En el peronismo están dando algún que otro espacio de tiempo, bajo el convencimiento de que si Milei no logra éxito con el achique, el panorama nacional terminará acarreando también a San Juan. Y aseguran que eso será pronto.

Del otro lado, el del Gobierno provincial, le ponen todas las fichas posibles a la reunión del Presidente con los gobernadores. Orrego no espera milagros de ese encuentro, pero sí alguna idea al menos de cuál será la forma de gestión del libertario. Hay mucho temor por la obra pública y porque ya se están produciendo algunos despidos preventivos. Es decir, empresarios que ya se desprenden de empleados o que entregan vacaciones anticipadas a la espera de que el panorama arroje orientaciones más concretas. El equipo del Gobernador espera tener indicaciones luego del martes.

Pero antes que eso, Orrego sabía que tenía que dar señales políticas hacia adentro y hacia afuera de su frente, y encaró las desvinculaciones de los contratados. Eso le permitió mover fichas suficientes como para quedarse con el control del Tribunal de Cuentas y pelea por el legislador en el Consejo de la Magistratura y los vocales del Instituto Provincial de Exploraciones y Explotaciones Mineras, entre otros lugares. Cuentan, tanto del lado de Orrego como de Uñac, que hubo al menos dos llamadas telefónicas entre ambos para llegar a mediano consenso. Uno reclamaba por las formas de algunos funcionarios, el otro por haber encarado las incorporaciones a pesar de que se le advirtió que se les darían de baja. De ambos bandos dicen que hubo gritos, pero que al final todo terminó en acuerdo. O al menos uno momentáneo, porque como van las cosas muy probablemente haya distintos desacuerdos. En definitiva es la nueva normalidad en donde el que conduce debe medir con precisión los terremotos para no provocar más daños de los que puede controlar, y el que está en la vereda de enfrente deberá aprender a manejar sus tiempos, a leer correctamente cuándo es momento de avanzar y cuándo la ciudadanía prefiere que espere. Hoy los votos los tiene Orrego, y eso hay que aceptarlo. Es, largamente, el político con mayor aceptación popular, y ese estado le da una ventaja amplísima sobre el resto. Luego del shock inicial de la noticia por los contratados, parece que habrá una revisión mucho más generosa de lo que se dijo al comienzo. Es decir, han puesto en análisis todos los nombres y verán uno por uno qué cantidad de tiempo tiene en el puesto, más allá de si llegó a ese lugar en los últimos nueve meses o no, y también se considerarán aptitudes.

La oposición también está recalculando. Uñac tiene en la mira volver, eso se le nota. O al menos los que están cerca lo dicen. El pocitano ve que conducir un partido político ya no es lo más importante y no descarta correrse. Un poco eso, y otro porque ve que la avanzada de algunos dirigentes sobre la conducción de la Casona de calle 25 de Mayo y Alem es muy fuerte. Uñac podría encarar pelea, pero ve que el premio ya no es lo que era, y no descarta inducir al PJ a poner a alguien que esté cerca de él. Por ahora, parece, está abriendo una oficina casi en el límite entre Rawson y Capital, donde atenderá a intendentes del PJ, diputados, concejales, y otras yerbas que quieran mostrarse en ese lugar. ¿Una oficina que le competirá a la del conductor del peronismo? No, que quede cerca nomás. Por sus acciones públicas, que no fueron muchas desde que dejó la gobernación, se le nota a la legua que el rol de conductor de la oposición le gusta, y que planea mantenerlo. Tiene rivales, obviamente, pero cree poder contenerlos también. Todo está naciendo. Hay que esperar a saber cómo se desarrolla.

En resumen, fue una semana intensa de señales muy fuertes. Parece que la que viene será igual o peor. Todo depende del encuentro de los caciques provinciales con el Presidente. Si hay acuerdos o cuesta mantenerlos, se volverá a ver el jueves en la Cámara de Diputados, un lugar que, gracias a Dios, está recuperando el protagonismo que nunca debió perder.

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