Coparticipación, el hilo rojo que se cortó en San Juan
Las peleas políticas en este país por los recursos del Estado son tan antiguas como la democracia. Todos los gobiernos desde Raúl Alfonsín a la fecha favorecieron a los amigos y discriminaron o perjudicaron a los enemigos. Es una especie de hilo rojo que empieza en la Casa Rosada, pasa por las gobernaciones y termina en los intendentes, víctimas finales de esa cadena cuya suerte queda echada en las elecciones, con las mismas garantías que tiene cualquier persona al jugar a la quiniela. Según la leyenda que nació en Japón, dicen, las relaciones humanas estarían predestinadas por un hilo rojo que los dioses atan al dedo meñique de aquellos que van a encontrarse en la vida. Nada puede escapar al hilo, aseguran. Si el destino quiere que una persona coincida con la otra, así será. El manejo de los fondos del Estado nacional a las provincias más o menos sigue el mismo ritmo: si hay coincidencia política con los ocupantes de la Casa Rosada de turno, el amor se mantiene y los recursos fluyen. Si el hilo se rompe, también los recursos. San Juan quebró con esa tradición, al menos puertas hacia adentro, el día que la Cámara de Diputados aprobó la Ley de Coparticipación, allá por 2018. No es que la provincia no se guarda recursos para distribuir según la cara del receptor, pero los intendentes, sean del partido que sean, al menos tienen asegurado el funcionamiento y, si son prolijos, bastante más.
En este contexto, Alberto Fernández salió a complicarse la vida esta semana cuando anunció que le iba a quitar plata a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, gobernada por la oposición, para darle al ultra K Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires. De manera inesperada y hasta un tanto extraña al menos desde las estrategias de la política, Alberto subió al ring a Horacio Rodríguez Larreta, el único que conserva cierta autoridad en la oposición y que puede seducir a los votantes que no quieren a Cristina y que se decepcionaron con Mauricio Macri. Allí hay dos caminos posibles: que el Presidente esté corriendo a Macri de la escena, y con él a la propia Cristina; o que simplemente haya sido un error producto del miedo al verse rodeado por policías furiosos, pero munidos de reclamos valederos.
La respuesta a la crisis de parte del gabinete de Fernández y del propio Presidente, dio miedo. El cimbronazo que provocó la protesta policial fue tan fuerte, que hasta los gobernadores tuvieron que salir a apoyar al mandatario nacional. Esta semana, realmente, pudo haber pasado cualquier cosa en este país. No hay que olvidar que vivimos en un estado permanente de ebullición, en un estado permanente de inseguridad política. Hay un gobierno nacional partido y eso se nota cada vez más. Alberto no domina, Cristina juega con fuego porque no son sus manos las que se queman, y presiona, acelera, desacelera según el ánimo del día. No es posible que este país lleve a la par de los conteos de los muertos, el conteo de votos a favor o en contra de normas como la Reforma Judicial, por ejemplo. No hacía falta, pero claro, las urgencias de la Vicepresidenta no son las mismas que las del resto del país.
En definitiva, mientras las reglas no estén claras, habrá otro Rodríguez Larreta que sufra las consecuencias de las coyunturas políticas. Lo mismo le pasó a Uñac con Macri. Y antes a alguien más. Este país sigue castigando a la democracia.