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Opinión

República de San Juan (por Julio Turcumán)

. | 19/09/2021
Julio Turcumán

No hace mucho tiempo el exgobernador y hoy legislador nacional por Mendoza, Alfredo Cornejo, lanzó públicamente la idea de convertir a su provincia en país. Fue el año pasado luego de que el presidente Alberto Fernández le pusiera freno al proyecto hidroeléctrico Portezuelo del Viento argumentando que no podía financiar una obra que era cuestionada por otras provincias. Buenos Aires, La Pampa, Río Negro y Neuquén aseguran que el embalse les quitará capacidad hídrica porque se nutrirá de un río que también las atraviesa. Además de los pataleos por el dique, el diputado nacional y el actual mandatario mendocino, Rodolfo Suárez, se venían quejando de las injusticias que les provocó un manejo caprichoso de la Coparticipación federal en la historia del país. Cornejo sostiene también que hay grupos en su provincia y en Córdoba que se sienten perjudicados por las conducciones nacionales, fundamentalmente en materia económica, y que esos grupos plantean de manera seria la independización de cualquier territorio que tenga espaldas para sobrevivir por sí misma. Las palabras del mendocino provocaron debates en redes sociales que ridiculizaron la idea, como suele ocurrir en ese ambiente gobernado por nadie, pero tenían fundamentos al menos debatibles. Quizás la independencia es una exageración, pero sí queda en carpeta que hay injusticias de los Estados que deben corregirse o, al menos, debatirse. Esas injusticias podrían tener menor impacto real si cada provincia aprendiera a construir su propia lógica política y económica.

Mendoza es una provincia con mayor independencia financiera que San Juan y varias otras. Nosotros aún no podemos despegarnos de la Coparticipación federal, simplemente porque implicaría desprenderse del 76 por ciento del presupuesto que tiene el Estado sanjuanino para sobrevivir. Si bien la minería metalífera ha logrado impactar y ponernos en algún otro lugar comparando este momento con los 20 o 30 años anteriores, aún somos un conjunto de personas que dependen bastante de la Nación, lamentablemente. Es decir, de este lado de la ruta 40 no se nos pasa por la cabeza una idea de semejante calibre, sencillamente porque no es posible. Pero, ojo, quizás se pueda tomar la ocurrencia mendocina unos pasos hacia atrás. No sería mala idea que los sanjuaninos, en medio de esta debacle política, económica y sanitaria nacional, nos abroquelemos pensando en mantener la paz provincial, por ejemplo. El apartamiento del país no es posible para nosotros, pero sí es posible que pongamos nuestros intereses por encima de un grupito de burócratas que casi no conocen San Juan. Además, no estoy convencido de que sean tiempos de revolución, sencillamente porque un gran cambio en este momento no nos garantiza resultados favorables para todos. La oposición en San Juan tampoco está muy convencida. Más allá de la dialéctica electoral de algunos referentes de ese espacio que dicen «ir por todo», no se notan acciones que respalden esa afirmación. Y sin acciones, todo lo que se diga raya la mentira. Esto no es a favor de que gane la oposición en San Juan o de que gane el oficialismo, eso lo dirán las urnas. Lo que deben hacer nuestros dirigentes, gane quién gane, es sentarse a trazar en conjunto lo que viene, porque lo que viene es incierto y altamente volátil. Y esa realidad nacional impactará directamente en San Juan. Y lo hará muy fuerte si acá no hay un objetivo en conjunto, si nos desprotegemos.

Ya no es suficiente ganar o perder una elección, ahora hacen falta compromisos de todos para no entorpecer, para colaborar. Imagino incluso un Gobierno provincial con mayor participación de otros sectores, por ejemplo. O una oposición que acerque ideas de manera periódica y formal. Si los políticos de esta provincia son inteligentes, se darán cuenta de que es el momento de diferenciarse de buena parte del país, que la historia está demandando mayores acuerdos, que aún dentro de un país que estalla, San Juan puede mantenerse al margen. El Gobierno provincial hizo ese llamado el año pasado con Acuerdo San Juan, pero más que nada pensando en la pandemia económica. Quizás es hora de lanzar la misma idea, pero desde la política. Tampoco es esto un salvavidas para el oficialismo, por si alguno se le pasó por la cabeza esa idea. Con el país que están armando Cristina, Macri, Alberto y compañía, acá no se salvan ni siquiera los que ganen la elección. Es hora de abroquelarse y mirar hacia adelante.

San Juan casi cae en la ola de derrota del Frente de Todos en el país. Es obvio que hay una pérdida importante de puntos por parte del oficialismo provincial (alrededor de 11 comparando con la última elección), pero también es cierto que estamos hablando de una fuerza política que superó los 43 puntos, en pandemia y con un arrastre negativo nacional sin precedentes. Juntos por el Cambio festejó el resultado, como debe ocurrir, pero no incrementó su caudal político. Se puede decir que los 38 puntos obtenidos por la oposición en la provincia son los históricos de ese sector. En todo caso se podría afirmar que consolidaron esos números, lo que no es para nada malo tampoco. ¿Donde están entonces los votantes que no apostaron por el oficialismo? Esa es la pregunta que el PJ y sus aliados deberán responder en estos días. El número de votos en blanco fue bajo, la izquierda superó apenas el 6% y Arancibia rozó el 9%. En la oposición, tanto como en el oficialismo, reconocen que la provincia tiene una situación holgada desde lo económico o lo social y que se les hace difícil encarar la campaña con críticas a la gestión de gobierno.

Es un hecho que el «voto bronca» a los errores nacionales recayeron en los candidatos que tienen el mismo color político de los tipos que se equivocan a 1.200 kilómetros de distancia de San Juan. Es decir, la elección no tiene final seguro y eso es peligroso, porque si el que gana no lo hace de manera holgada y sólo se concentra en el metro cuadrado de la política, las diferencias se van a profundizar.

Estamos en un país que no logra ordenarse y que tiende a reemplazar la lógica con politiquería. Algunos ejemplos, para que no olvidemos qué pasa en la conducción nacional: la Vicepresidenta cuestionó en público al Presidente y le hizo siete cambios en el Gabinete. Ese mismo Presidente había dicho horas antes y en público que prefería dejar las modificaciones para después del 14 de noviembre y siempre mirando los resultados, con la esperanza (casi inútil) de poder revertirlos en algunos puntos. El ministro del Interior, que había renunciado por orden de la vice, vuelve como si nada hubiese pasado; el canciller, enojado porque se enteró por una llamada de su reemplazante que ya no ocupaba más ese cargo, manda a la Celac a un empleado a dar el discurso que inicialmente iba a dar el Presidente, que luego iba a dar el canciller y que terminó saliendo de la boca de un funcionario que nadie sabe cómo se llama. Y una más: la Vicepresidenta, quien dice que provoca todo esto porque quiere ganar las elecciones, deja por el piso la imagen de su compañero, exponiendo a todos a una derrota aún mayor dentro de menos de dos meses. Papelones por todas partes y a todas horas.

En la reunión de ayer del Presidente con gobernadores peronistas, entre ellos Sergio Uñac, cada uno pudo expresar lo que pensaba, según medios nacionales. Aseguran también que las elecciones se provincializarán y, como anécdota, recordaron la reacción de Mauricio Macri luego de perder las elecciones de medio término, cuando casi liberó todo y el dólar trepó a niveles nunca vistos hasta ese momento. «Macri se enojó con la gente, nosotros nos enojamos entre nosotros», dicen que sonó en ese encuentro privado entre gobernadores y el presidente.

Será vital saber cómo encara la agenda el Presidente el lunes que viene. Son momentos para estar tranquilos, aunque parece que a algunos o algunas, eso les cuesta.

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