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Opinión

La implacable sensación de que escasean las segundas oportunidades (por Julio Turcumán)

. | 23/05/2021
Julio Turcumán

El 65% de las casi 15.000 personas que opinaron en una encuesta el viernes en Diario de Cuyo, dijo estar de acuerdo con el confinamiento que, por esas horas, iba a ordenar el Gobierno nacional para todo el país a partir de las primeros minutos del sábado, como finalmente ocurrió. Ese sondeo más o menos coincide con los que manejan en la Casa de Gobierno de San Juan o los que publicaron algunos medios nacionales durante los días que duró el debate sobre si había que volver a Fase 1 o no. Pero la velocidad de los contagios, la feroz crisis económica y los durísimos ataques políticos que nacen fuera y dentro del gobierno, ponen rápidamente fecha de vencimiento a esos estudios. Mucha gente tardará poco en empezar a inclinarse hacia ese 35% de la encuesta de ese diario, por ejemplo, porque no querrá o no podrá estar sin salir a trabajar y el drama del encierro y los problemas económicos empezarán a jugar un papel fundamental, incluso en competencia con el drama de sufrir el virus en carne propia: cada vez somos más quienes tenemos o tuvimos un familiar que sufrió la peste o que murió por ella. Esa volatilidad en la opinión pública es altamente peligrosa y difícil de dominar. No hay manual para manejar un país muy pobre con un gobierno partido en dos desde lo político en medio de una crisis sanitaria mundial como la que estamos viviendo. De hecho, muy pocos países en el mundo pueden decir que le han ganado el partido al virus. Ese escenario, sumado a las espantosas cifras de contagios, muertes y saturación del sistema de salud, y las demoras en el plan de vacunación, son ingredientes de una bomba que parece estar al borde del estallido. Quizás me equivoco y estoy apresurándome, pero da toda la sensación que si los gobiernos y los ciudadanos no cambiamos conductas, no hay muchas más oportunidades. Con este nuevo encierro Alberto Fernández se juega una bala de plata; y todos con él.

Los gobiernos de cualquier momento de la historia y en casi todos los rincones del mundo tienen en cuenta la opinión de sus ciudadanos, obviamente. Lo hacen incluso las monarquías, los gobiernos de facto o las democracias ficticias como la de Venezuela, por ejemplo. Todos apelan a esta herramienta para tomar decisiones, o simplemente por vanidad propia. Esta polarización que tiene el país con el debate «economía o pandemia» que más o menos se reflejó en la mencionada encuesta, provoca terror en el gobierno, porque en cualquier escenario que se decida estar, siempre habrá mucha gente que no estará de acuerdo. Sabiendo esto, en Casa de Gobierno se inclinaron por proteger el sistema sanitario. Incluso con mayor fuerza que la Nación, por ejemplo, al frenar la construcción en el sector privado como en el público. El Gobierno provincial apuesta todas sus fichas a frenar la ola de contagios lo más rápido que se pueda, incluso sabiendo del impacto económico que esa decisión va a provocar.

El viernes, el jefe de Terapia Intensiva del Área Covid del Hospital Rawson, Osvaldo Graziani, dijo en una entrevista en Demasiada Información (@demasiadainfosj), que él y su personal están cansados; que vienen trabajando desde hace 14 meses sin descanso; que debieron designar un equipo de psicólogos para sostener anímicamente a los terapistas; que en la primera ola de contagios tenían dos pacientes por día esperando camas en terapia, pero que ahora no bajan de siete y que un día tuvieron diez en espera; que para él nueve días es poco; que tienen pacientes de 40 años cuando antes eran de 60 o 70; y que la tasa de mortalidad de las personas que deben intubar supera el 60%, aunque lo tildó de alto o «positivo», porque aclaró que la media mundial es 50. San Juan está en un país donde los casos han aumentado de 5.000 en marzo, a un récord de más de 39.000 esta semana, mientras que los fallecimientos aumentaron de 112 a principios de marzo, a un récord de 745 el martes pasado. Esa cifra colocó al país en tercer lugar en casos diarios después de India y Brasil, y cuarto en muertes por COVID, después de India, Brasil y Estados Unidos, según datos del sitio especializado Our World In Data. Hubo un día donde el país fue primero en muertes por millón de habitantes.

El problema es sanitario, pero también de plata. Fernández no tiene espaldas económicas suficientes como para sentarse a negociar con los fabricantes de vacunas. Hace pocos días un funcionario que estuvo haciendo contactos de distinta índole para la compra de vacunas resumió la estrategia en pocas palabras: «Si hay plata, las vacunas aparecen», así de simple y cruel a la vez. La discusión sobre la liberación de las patentes es un claro ejemplo de que aún en esta crisis el mundo no logra imponer la humanidad sobre los negocios. Liberar las patentes permitiría a los países pobres como este destinar una parte de su aparato productivo a la fabricación, lo que provocaría una aceleración de las campañas de vacunación. Los países en vías de desarrollo y endeudados como la República Argentina quedan en desigualdad de oportunidades a la hora de competir por las vacunas con países que están en mejor situación económica. Los laboratorios se oponen argumentando que proliferarían vacunas falsas o poco eficaces, algo poco probable: ningún gobierno va a querer fallar en semejante crisis, simplemente porque además de gente, perderían votos. Cuando el presidente de EEUU, Joe Biden, puso el tema en debate, las acciones de los principales laboratorios que producen las vacunas cayeron fuertemente y en sentido contrario cuando fueron anunciando que tenían listas las vacunas.

Todo lo anterior se suma a la andanada de errores que comete el Gobierno Nacional en casi todos sus pasos. Negociar sólo con Rusia fue un error, exponer a las provincias fue otro, y abandonar a los votantes de «fuera de la grieta» que llevaron a Alberto a la Presidencia, quizás, fue el peor. El Presidente no está construyendo poder, lo está administrando solamente. Fernández se convirtió en un árbitro de las acciones de los demás, no de las propias, y eso le quitó espacio y capacidad de maniobra. Nadie imagina un candidato suyo para 2023; todos hablan del candidato de Cristina o de Sergio Massa. ¿Pudo haber sido distinto? Seguramente que sí, pero quizás ya no es tiempo.

En resumen, el escenario político, económico y social de la Argentina está en un punto de no retorno. No hay margen para errores. Tampoco los ciudadanos. La gente no entiende y arriesga a cada paso. No todo es culpa de quienes gobiernan, porque casi nadie hace lo que tiene que hacer. Hay un mea culpa colectivo que debemos hacer, no sólo echar culpas en quienes nos gobiernan. Hay una clara sensación de que estamos gastando las últimas fichas en este confinamiento y es una sensación horrible.

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